En ocasiones, los agentes eran auténticos emisarios de empresas o gobiernos extranjeros. Típico fue el caso de Brasil, que en las últimas décadas del siglo XIX aumentó la inmigración procedente de Europa ofreciendo viajes gratuitos desde el puerto de partida hasta el destino final en fazendas en las que a cada familia emigrante se le concedía también una parcela de tierra cultivable propia.