Los campesinos excluidos del circuito agrícola no podían encontrar otro empleo en un país aún en los inicios de la industrialización. Francesco Saverio Nitti sostenía icásticamente que para ellos, oprimidos por la explotación de sus amos y sólo ricos en deudas, la elección era "bandoleros o emigrantes". También esperaba que la emigración se convirtiera en un factor de modernización. Los emigrantes "estudiarían e importarían" a su regreso la mentalidad, las normas y los ritmos de los tiempos modernos. Así pues, para expresarlo con palabras que aún no estaban en el vocabulario de Nitti, Cristo podría haber continuado su viaje al sur de Éboli. (1)
En otras regiones, la floreciente industria mecanizada dejó fuera del mercado laboral a artesanos y trabajadores cualificados. Se marcharon a otros países porque ofrecían mejores oportunidades para alcanzar objetivos económicos y sociales difíciles de lograr en casa. Hombres para los que la emigración era sólo una de las posibles opciones vitales.
La decisión de partir se tomaba a menudo ante la llamada de parientes o amigos del extranjero y también encontraba consuelo en las "guías del emigrante", muy a menudo elaboradas por los países que querían atraer mano de obra de Europa. Mostraban imágenes del paraíso en la tierra: llanuras sin límites con exuberante vegetación, casas pulcras, barrios ordenados en las ciudades.
(1) Carlo Levi, joven intelectual turinés, fue condenado a reclusión en Lucania durante los años del fascismo, donde escribió la novela "Cristo se detuvo en Éboli". El título retomaba un dicho campesino para significar que su mundo estaba aún fuera de la historia.