Durante las primeras oleadas migratorias italianas, entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, Australia no era un destino muy popular entre nuestros compatriotas. Esto se debía probablemente a que era una región poco conocida, mucho más lejana y más difícil, también por el alto coste del viaje, de alcanzar que otros países.
En las décadas siguientes aumentó el interés por Australia, pero sólo con el ambicioso programa del ministro australiano de Inmigración, Arthur Caldwell, muy beneficioso para los emigrantes procedentes de Europa, comenzó un verdadero flujo migratorio desde Italia. Entre 1951 y 1969 llegaron más de 200.000 italianos a ciudades como Sydney, Melbourne, Perth y Adelaida, donde encontraron trabajo en la construcción y en la construcción de carreteras y ferrocarriles. Otros eligieron el campo australiano, llegando por ejemplo a los territorios del noreste, como Queensland, donde había mucha demanda de mano de obra para el cultivo de la caña de azúcar.
A partir de 1970, el flujo de emigración disminuyó, pero gracias a los emigrantes, el italiano se convirtió en la segunda lengua más hablada y enseñada en Australia después del inglés, y los italianos ejercieron una importante influencia en la cultura y la sociedad australianas.