El viaje -es decir, el tiempo que se tarda en llegar al país de destino- es el elemento simbólico de todo el proceso migratorio, del desprendimiento de un "antes" -conocido y querido, aunque insatisfactorio- para llegar a un "después" -sin duda atractivo, pero casi completamente desconocido-. Es un momento tan difícil de vivir como los puntos de inflexión en la vida de cualquier persona.
Salimos a pie, en tren, en lentos barcos de vapor o rápidos transatlánticos y, por último, en avión.
Procede principalmente de unos pocos puertos italianos. Es Génova la que gestiona el mayor tráfico migratorio desde la época anterior a la unificación. Más tarde, con la meridionalización del flujo y la elección preferente de Norteamérica, fue Nápoles la que tuvo la primacía de las salidas. A gran distancia le siguieron Palermo y, tras el final de la Primera Guerra Mundial, Trieste. En cuanto a las salidas desde el extranjero, el puerto francés de Le Havre ocupaba el primer lugar.