En el paraíso terrenal prometido por los "Guías" las cosas eran realmente diferentes. Poco después de su llegada, los inmigrantes empezaron a darse cuenta de que habían llegado a América tal como era y no como habían soñado que sería. Las imágenes del paraíso terrenal con las que habían llenado sus ojos y sus mentes apenas se correspondían con los pesados trámites burocráticos a los que se veían sometidos y, al menos en Estados Unidos, muchos eran los rechazados especialmente por padecer enfermedades incapacitantes.
Los que eran admitidos en el país eran tratados, y regateados, como en una feria de ganado o en un mercado de esclavos. Además, con el tiempo se promulgaron diversas medidas para restringir el alcance de los flujos migratorios. Así, además de aplicar constantemente estrictas normas sanitarias durante el periodo de cuarentena en Ellis Island, en 1917 pusieron en marcha la Prueba de Alfabetización, tras veinte años de "amenazas" en este sentido, y, mediante el control del analfabetismo, impusieron un freno eficaz a la inmigración. Posteriormente, a principios de los años veinte, se establecieron por ley "cuotas" de acceso. En la práctica, las autoridades competentes determinaban anualmente el número de inmigrantes que cada nacionalidad podía entrar en el país a lo largo de un año.
En Argentina y Brasil, países que acogieron grandes masas de emigrantes italianos, el desembarco tampoco fue fácil. Desde el barco se llegaba a tierra firme tras transbordar en botes y pateras (en Argentina el último tramo de agua se cruzaba en carros tirados por caballos mientras que en Brasil, desde el puerto de Santos, se llegaba a San Paolo en tren).
Una vez en tierra firme, la gente era alojada en lo que podría describirse como instalaciones de contención: el Hotel y la Hospedaria de Inmigrantes.
Los gobiernos de ambos países ofrecieron información general sobre las costumbres y tradiciones locales, así como la ayuda de las oficinas de empleo, que, sin embargo, funcionaban sin ningún tipo de selección de los recién llegados en función de sus aptitudes laborales.
En realidad, el punto fuerte del emigrante era la "cadena migratoria", la red de parientes, amigos, compatriotas que, habiendo vivido ya la experiencia del éxodo, le guiaban en cada etapa de la expatriación y le facilitaban la integración en el país de destino.