Durante la "gran emigración", surgieron las primeras asociaciones para la ayuda mutua entre los miembros y para superar las dificultades de asentarse en una nueva realidad. Con el pago de pequeñas cuotas mensuales por parte de todos los miembros, fue posible ayudar, durante un tiempo, a los que perdían su trabajo y atender a los enfermos. De hecho, en cualquier país, los salarios, incluso los buenos, sólo se pagaban por los días efectivamente trabajados y, además, no había asistencia en caso de ausencia por enfermedad u otros motivos.
En algunos casos, la sociedad se combinaba con la gestión de una tienda que vendía productos de primera necesidad a precios inferiores a los del mercado. Todos los socios ordinarios pagaban pequeñas cantidades mensuales, mientras que la afiliación era casi obligatoria para los socios honorarios o benefactores, que complementaban el capital social con donaciones o prestaban gratuitamente servicios que de otro modo habrían resultado demasiado costosos para los socios.
Más tarde, las sociedades ampliaron los límites de sus actividades: realizaban prácticas laborales; impartían educación sanitaria para reducir la incidencia de enfermedades y también tenían sus propios médicos y consultorios; crearon escuelas y bibliotecas tanto para enseñar italiano a las generaciones más jóvenes como para mejorar la formación técnica de los socios; organizaban el ocio de sus miembros con almuerzos sociales, bailes, fiestas políticas y religiosas, y eventos culturales y deportivos. Estas últimas actividades dieron lugar a la creación de otras sociedades dedicadas a ellas: así se formaron asociaciones filarmónicas y corales, mientras que las asociaciones deportivas, con la excepción al parecer de los gimnasios de boxeo, fueron realmente un "invento" de las nuevas patrias. El único "juego deportivo" italiano que se transplantó y practicó universalmente fue la petanca.
En las sociedades, generalmente suscritas a algunos periódicos italianos, era posible, por fin, seguir los acontecimientos de la región de origen a través de periódicos locales que, al informar sobre asuntos italianos, servían de enlace con las comunidades del extranjero.
La gran limitación de casi todas las asociaciones -aun con las diferencias derivadas de estar establecidas en países muy distintos y también de haber nacido en entornos urbanos o rurales- era el exagerado parroquialismo.